Cese sorpresa del director ejecutivo, temores de inteligencia artificial asesina y una rebelión nocturna del personal que amenaza con cambiar el equilibrio del poder tecnológico global.
La semana pasada, OpenAI, líder en inteligencia artificial, se sumió en una crisis con la destitución sorpresiva de su director ejecutivo, Sam Altman, por parte de la junta. La explicación vaga de la junta, alegando falta de transparencia, ha dejado al sector desconcertado. La estructura de gobierno única de OpenAI permitió la destitución sin mayores explicaciones.
La revuelta fue liderada por Ilya Sutskever, científico en jefe de OpenAI, quien chocó con Altman por la priorización de la seguridad en la inteligencia artificial frente al enfoque en el crecimiento. La facción de Sutskever teme que la IA pueda superar las capacidades humanas y convertirse en una amenaza para la supervivencia. Altman, más optimista sobre los beneficios de la IA, quedó en desacuerdo con la junta centrada en la seguridad.
El intento de regreso de Altman a OpenAI no tuvo éxito, y la junta nombró a Emmett Shear como segundo director ejecutivo interino. Microsoft, el principal inversor de OpenAI, ofreció a Altman y su equipo dirigir un nuevo laboratorio de IA. La mayoría de los empleados de OpenAI amenazaron con renunciar, exigiendo la renuncia de la junta y el regreso de Altman.
En una sorprendente reversión, Sutskever expresó arrepentimiento y firmó la carta de apoyo a Altman y su equipo. La lucha interna en OpenAI destaca por las elevadas apuestas, siendo la empresa responsable de ChatGPT y algunos de los investigadores en IA más destacados. La situación refleja la batalla global sobre el control y la responsabilidad en el desarrollo de la IA.
