La Iglesia en Myanmar enfrenta el caos de la guerra civil con estructuras religiosas afectadas y religiosos que huyen, mientras la comunidad internacional permanece en silencio.
En medio del creciente conflicto civil en Myanmar, la violencia se intensifica y la Iglesia no escapa a su impacto devastador. Conventos destruidos y edificios sagrados arrasados, cientos de sacerdotes y monjas se ven obligados a huir para evitar los mortíferos ataques. En la diócesis de Loikaw, más de la mitad de las parroquias, 21 de 41, han sido afectadas, creando un drama humano desgarrador.
La guerra ha desencadenado un éxodo masivo de religiosos que se desplazan junto con la población que huye de las ciudades hacia áreas más seguras. A pesar de los peligros, buscan asegurar que los fieles no carezcan de sacramentos y apoyo espiritual. En campos de refugiados en las zonas fronterizas, sacerdotes y religiosas se han convertido en un faro de esperanza, brindando no solo necesidades básicas, sino también oración y orientación espiritual.
La comunidad internacional, en su mayoría en silencio desde el golpe de Estado en febrero de 2021, parece indiferente al sufrimiento en Myanmar. La fuente subraya la soledad del pueblo, destacando la única voz destacada que recuerda la situación, la del Papa Francisco.
